Wednesday, October 20, 2004

Definitivamente, no me gusta el otoño

Muchas personas dicen amar esta estación del año. Las hojas caen y colorean el suelo de nuestros parques, el cielo tiene un color distinto, las puestas de sol alcanzan unos matices que no están presentes en otras estaciones del año, etc, etc. Yo, sin embargo, no tengo ningún cariño a estos meses en los que el año llega a su fin. Prefiero la muerte del invierno a la agonía del otoño. Elijo antes esos días cortos, con pocas horas de sol, pero que ya empiezan a alargarse poco a poco que estos días en los que el astro que nos ilumina se va antes a dormir a cada jornada que pasa. Cuando el invierno está presente, aun con toda su crudeza, sabes que a no tardar mucho llegará la primavera. Mas el otoño sólo preludia el ocaso.
Si no fuera porque justo al final del otoño celebramos la Navidad, tiempo de celebración del nacimiento de Aquel que se hizo un niñito para salvarnos, estos meses se harían eternos. Sin embargo, cuando ya entramos en el mes de diciembre, el alma se prepara para esos días de confraternización familiar y espiritualidad sencilla y agradable a los ojos de Dios.
En fin, pasaré estas semanas lo mejor que pueda.

Tuesday, October 19, 2004

La Historia: maestra de malos alumnos

Se dice, y en mi opinión se dice mal, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Pues no, no estoy de acuerdo. Ojalá tropezáramos sólo dos veces. La realidad es que lo hacemos muchas más. Mientras que los animales tienen desarrollado un instinto que les protege de caer en muchos males, los hombres parece que sólo desarrollamos nuevas formas de caer en los mismos errores generación tras generación. Ahora somos más sofisticados. No tiramos a los recién nacidos por la ladera de un monte sino que los aniquilamos mientras están en el seno de sus madres. No usamos el veneno para cambiar de César sino que con gusto aceptamos democráticamente el veneno que el César nos introduce en nuestras leyes, usos y costumbres. En España, por ejemplo, desenterramos muertos que sólo desean que les dejen descansar en paz para poner en marcha mecanismos de resentimiento y odio que sólo pueden llevarnos al abismo que condujo a esos mismos muertos a sus respectivas tumbas.
No hay peor memoria que la selectiva, que la egoísta, que la que sólo quiere recordar aquello que le interesa para fines que por lo general son bastardos. Prostituimos la historia como si fuera una fulana que vende sus encantos por unas pocas monedas. Mas la Historia, con H mayúscula, es una verdadera maestra si realmente estamos atentos a sus lecciones magistrales que nos avisan del peligro al que nos abocamos si insistimos en repetir, punto por punto, los errores de nuestros antepasados. Lástima que seamos tan malos alumnos.

Monday, October 18, 2004

Cuando es un niño el que evangeliza

Mi hijo Juan cumplirá 10 años el próximo 2 de diciembre. Físicamente es el típico tirillas: pequeño, delgado, con voz de pito. Pero hete aquí que su corazón es grande y modelado por Alguien que desde luego no soy yo ni es su madre. Siempre ha sido muy sensible y cariñoso. A veces demasiado empalagoso en sus manifestaciones de cariño pero como se nota que lo hace de corazón, lo aceptas con gusto. Tiene una cualidad natural para las cosas del Señor que se manifestó desde muy pequeño y que hoy despierta en nosotros una sana esperanza de que el futuro le depare una vida entregada al servicio de Cristo y de su Iglesia. Lleva dos años largos como monaguillo y creo que es el único de su generación en el pueblo que apenas se ha perdido una vez la misa dominical. En eso es sin duda más fiel que yo.
Parece ser que desde el comienzo del curso está teniendo problemas en el colegio con niños musulmanes que, maravillas de la integración que tanto preconizan los políticos demagogos, tienen la dichosa manía de blasfemar contra Cristo. Pero claro, no esperaban encontrarse con un apologeta de menos de metro y medio con capacidad más que suficiente para plantarles cara dialécticamente. Por ejemplo, lo último que hemos sabido es que cuando un niño musulmán le ha dicho despectivámente que "tu dios murió en una cruz y eso no es propio de un Dios poderoso", Juanito le ha respondido que "efectivamente, Jesús tenía dos opciones: llamar a todos sus ángeles para que le libraran de los que el querían matar o morir por nuestros pecados. Y por amor a nosotros eligió la segunda opción". Obviamente el niño musulmán no ha sabido replicarle.
No hace falta que explique porqué tengo la sensación de que la causa de Cristo tiene un buen valedor en el colegio de educación primaria de Sariñena, ¿verdad?

Dios le bendiga, le guarde, le dé salud y sabiduría para ser testigo suyo en una era difícil como la que nos espera por delante.

Sunday, October 17, 2004

Tenía 10-11 años

Sí, tenía diez u once años cuando unos seminaristas escolapios que estaban a punto de ordenarse llegaron a Getafe. Uno de los Padres que nos daba clase nos dijo que si queríamos charlar con esos jóvenes, podíamos quedarnos un rato con ellos después de clase. Muy pocos chavales, cinco o seis, aceptamos la invitación. Me acuerdo cómo durante dos o tres días fuimos a la capilla pequeña que estaba en el piso superior del edificio principal y allá disfrutamos del testimonio de esos hombres que en su juventud habían decidido entregar su vida al Señor. Nos lo debieron contar muy bien porque lo cierto es que la tarde en que acabábamos nuestro encuentro con ellos, al regresar a casa, caminando por el parquecillo que había justo antes de cruzar el paso a nivel por encima de la vía del tren, yo le dije a Dios que quería ser sacerdote. Me acuerdo perfectamente. Iba yo mirando al suelo, andando despacio, dando patadas a las hojas caídas de los árboles ... y hablando con Dios. Y recuerdo como si fuera ahora esa extraña sensación que se apoderó de mi corazón. Algo casí palpable, un calor que no quemaba, reposado y a la vez real como el aire que respiraba. Ahora que lo pienso, los quince minutos que tardé en llegar a casa fueron quizás los más felices de toda mi infancia. Supongo que si alguien se cruzó en mi camino debió preguntarse en qué estaría pensando ese crío con cara ausente. Algo debieron notar en casa cuando llegué porque mi madrina y mi abuelo, que estaban pasando unas semanas con nosotros, me preguntaron qué me pasaba. Les respondí que había decidido ser cura y lo debí decir con tal aplomo y con tal seguridad que a mi abuelo paterno le dio un ataque de tos. Sé que luego lo hablé con mi madre, la cual se limitó a sonreir. Creo que aquel ¿deseo? me duró un par de semanas. Poco a poco se fue apagando porque ni yo sabía cómo alimentarlo ni creo que nadie se lo tomara realmente en serio. Lo cierto es que hoy, veinticinco años más tarde, daría lo que fuera por volver a hacer aquel recorrido de la puerta del colegio a la puerta de mi casa. No porque quiera ser cura, sino porque quiero que aquel fuego que no quemaba, caliente de nuevo un corazón que ha envejecido demasiado, que está enfermo y tiritando de frío.

Friday, October 15, 2004

Conocer a Cristo

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Tras haber estado unos años con sus discípulos, Jesús les hace esa pregunta. Pedro, a quien el Padre le había revelado la verdad, responde adecuadamente. En efecto, "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" es la respuesta acertada a semejante interrogación. Saber quién es Cristo es imprescindible para tener comunión plena con Él, pero puede ocurrir que sepamos quién es Él y en realidad no le conozcamos. En toda relación amorosa se dan una serie de etapas que acaban conduciendo al climax final donde los amantes dejan de ser dos para convertirse en uno. Hay un primer contacto donde se produce un conocimiento meramente intelectual del otro. Sabemos que existe, que está ahí y que incluso nos atrae lo bastante como para que nos apetezca "seguirle la pista". Poco a poco el interés deja lugar a la necesidad. No es ya que nos interese la otra persona. Es que necesitamos estar con ella. Sólo así nos encontramos a gusto y podemos dar rienda suelta a nuestras emociones, a nuestros sentimientos más profundos. El que ama necesita al amado, no de forma egoísta sino pura. Entonces se está listo para dar el paso definitivo: la unión bendecida de lo alto que ha de producir nueva vida como fruto del amor santo entre los cónyuges.
Con el Señor ocurre lo mismo. Al principio sabemos quién es, nos atrae, nos interesa y queremos conocer más cosas de Él. Pero sólo cuando llega el momento en que realmente necesitamos su presencia es que podemos decir que se acerca la hora de que podamos conocerle de verdad. Y sólo cuando nuestra unión con Cristo es todo lo perfecta que puede ser dentro de nuestras limitaciones humanas es cuando podemos decir que realmente le conocemos. Cuando conoces a Cristo, cuando le amas, te das por completo, te entregas sin reservas, ofreces todo tu ser y deseas disolverte en su amor que Él te regala por pura gracia. Y en ese abrazo divino con el Hijo, vislumbramos el amor del Padre, quien es nuestro fin, nuestra meta, nuestro destino eterno. El Espíritu Santo es quien hace la obra. Por Él nos enamoramos de Cristo y por Cristo llegamos al Padre. Sólo así descubrimos quién es verdaderamente Dios: por la obra del Espíritu Santo que nos conduce hacia el amor del Hijo el cual nos abre el camino a la gracia del Padre quien nos acoge como verdaderos hijos suyos. Trinidad santa que da sentido a nuestra existencia.
Lástima que el pecado lo obscurezca todo. Lástima que nuestra debilidad humana se interponga entre nosotros y la fuente de vida. Y aun así, demos gracias a Dios que no nos deja en nuestro pecado sino que nos libera, nos llama, nos perdona y nos restaura. En verdad dice la Escritura: nosotros le amamos porque Él nos amó primero. Descubre el amor de Dios y habrás dado el primer paso hacia tu salvación, que no es otra cosa que la comunión eterna con Aquel que todo lo ha hecho por ti y para ti.

Thursday, October 14, 2004

La soledad del autista

El autismo es quizás una de las enfermedades más angustiosas que existen. La persona que la sufre está encerrada en su propio mundo y le cuesta mucho interactuar con los demás. Aunque la ciencia médica ha avanzado mucho y se logran ciertos éxitos, sabido es que la recuperación total del enfermo es casi imposible.
La pena es que cada vez hay más autistas sociales. No son personas que sufran una enfermedad de la mente que les impida relacionarse con otros. Son hombres y mujeres que a fuerza de no desarrollar auténticas relaciones humanas ajenas a la cosificación predominante en una sociedad liberal capitalista enraizada en valores neopaganos y hedonistas, han perdido la capacidad de establecer auténticas amistades, auténticas relaciones de pareja. Puede parecer una contradicción pero yo creo que se puede ser muy extrovertido y a la vez un auténtico autista social. Quien pierde la capacidad de demostrar sentimientos verdaderamente humanos, que no sean meramente un afán por el contacto sexual o una idolatrización de lo meramente lúdico, se convierte en un enfermo espiritual y social. De la misma manera que la mirada de un autista tiende a ser vacía, el corazón de los autistas sociales está vacío. Lo miras y no encuentras nada. Ha perdido su capacidad de transmitir vida.
La mejor medicina para el autista social es el evangelio pero ¿cómo recetar píldoras de espiritualidad cristiana a quien empieza por no reconocer que está enfermo? Es tarea nuestra el anunciar que existe ese mal, que afecta a mucha más gente de la que se quiere reconocer y que conocemos el remedio perfecto para sanarla.