Sunday, July 25, 2010

Echando un vistazo al magisterio de Mons. Guerra Campos (I)

Monseñor José Guerra Campos (1920-1997) fue uno de esos obispos de los que se podría decir que aunque pudiera parecer que llegaron al episcopado en el momento equivocado, cuando pastores y ovejas se dejaban "llevar de todo viento de doctrina a capricho de los engaños de los hombres y de las astutas maquinaciones del error" (Efesios 4,14), no se arrodilló ante el ídolo de lo políticamente correcto, no se echó para atrás a la hora de defender la identidad católica de España y supo ver, con claridad profética y apostólica, cuál era el destino que se abría delante de nuestra nación. Que el tiempo le ha dado la razón mucho antes de lo que probablemente él pensó, es algo que nadie con un mínimo de sensibilidad católica puede negar.

Ninguneado por buena parte de sus compañeros de episcopado, a pesar de haber sido el obispo español más destacado del Concilio Vaticano II, supo aceptar el quedarse como prelado de Cuenca, una de las diócesis más modestas de España. Daba igual. La grandeza de un obispo no viene dada por la sede que ocupa sino por su fidelidad a Cristo, a la Iglesia y al ministerio que Dios le ha otorgado. Junto con otros pocos obispos, entre los que destacaba el Cardenal Arzobispo de Toledo y Primado de España, S.E.R Marcelo González Martín -conocido por todos como "Don Marcelo"-, decidió advertir de que detrás de lo que estaba ocurriendo en la ahora idolatrada Transición -se escribe hasta con mayúscula- no había una fuente de bendiciones para la nación española sino todo lo contrario.

La participación en la Transición, y en la aceptación de la Constitución, por parte de la mayor parte de la Iglesia Católica en España fue recordada no hace mucho por la Conferencia Episcopal Española:

Sobre el trasfondo espiritual de la reconciliación fue posible la Constitución de 1978, basada en el consenso de todas las fuerzas políticas, que ha propiciado treinta años de estabilidad y prosperidad, con las excepciones de las tensiones normales en una democracia moderna, poco experimentada, y de los obstinados ataques del terrorismo contra la vida y seguridad de los ciudadanos y contra el libre funcionamiento de las instituciones democráticas. Cuando ahora se dice que la Iglesia católica es “un peligro para la democracia”, se olvida que la Iglesia y los católicos españoles colaboraron al establecimiento de la democracia y han respetado sus normas e instituciones lealmente en todo momento. (Orientaciones morales ante la situación actual de España, Instrucción pastoral de la CEE, 1986)

Antes de seguir adelante, me parece conveniente recordar un dato. Mientras que el terrorismo de ETA ha causado algo más de mil víctimas mortales, llevamos cerca de un millón y medio de españolitos que no han podido ver la luz del sol gracias en gran medida a las muy democráticas leyes promulgadas por las Cortes españolas en esos treinta años de "estabilidad y prosperidad". Efectivamente, los católicos de este país hemos sido muy respetuosos con las normas democráticas y todas sus consecuencias.

No en vano, el Cardenal Tarancón, cabeza visible de esa Iglesia que colaboraba en la instauración del actual régimen, nada menos que del entonces Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Cardenal Tarancón, reconoció en un libro-entrevista autobiográfico que los Obispos eran conscientes de que el cambio político traería, entre otros males, la aprobación del aborto, pero que no les quedaba otra opción que apoyar tal cambio por respeto al pluralismo político. Que es cierto que aprobaron algo que sabían que iba a traer el Holocausto a los vientres de las madres españoles es evidente. Que no tenían otra opción es sencilla y llanamente mentira. Mons. Guerra Campos es prueba de ello. Debió pensar que por encima del respeto al pluralismo político estaba la defensa de la vida e incluso de la condición católica de la nación.

En una carta dirigida a sus fieles, titulada "La Iglesia y la comunidad política", el obispo conquense recordaba las palabras del Papa Juan Pablo II a los Obispos de la Provincia eclesiástica de Toledo y de la Archidiócesis de Madrid y al Ordinario Castrense en diciembre de 1986:

"Sé que estáis preparando, sobre todo en Toledo, la celebración de un acontecimiento eclesial de particular importancia, el XIV centenario del III Concilio de Toledo (año 589), que marcó el momento decisivo de la unidad religiosa de España en la fe católica. A distancia de siglos nadie puede dudar del valor de este hecho de los frutos que se han seguido en la profesión y transmisión de la fe católica, en la actividad misionera, en el testimonio de los santos, de los fundadores de órdenes religiosas, de los teólogos que honran con su memoria el nombre de España. La fe católica ha desarrollado una idiosincrasia propia, ha dejado una huella imborrable en la cultura y ha impulsado los mejores esfuerzos de vuestra historia. En la nueva fase de la sociedad española es también necesario que los católicos mantengan una unidad de orientación y de actuación para iluminar la cultura con la fe y testimoniar el Evangelio en la vida".

En el mismo discurso, señalaba Guerra Campos, el Papa denunciaba las actitudes secularistas que operaban en España en los años precedentes, tendentes a que el mensaje evangélico no ejerciera su función iluminadora en medio de la sociedad. Aprovechando las palabras del Santo Padre, el obispo escribía:
La valoración positiva de la "unidad católica", afirmada en tiempo "conciliar" por Juan Pablo II y también por Pablo VI y Juan XXIII, y todo lo que ella evoca en cuanto a relaciones Iglesia-Estado produce cierta incomodidad en sectores de la Iglesia española y en otras de historia semejante. Por lo pronto, hay corrientes que repudian una tradición histórica en que la "unidad católica" y la "confesionalidad" eran integrantes del orden político. Pero también se sienten incómodas personas que, reconociendo los valores de aquella tradición en la perspectiva de su tiempo, estiman necesarios otros modos de servirlos en el tiempo actual. Piensan que se ha producido, para bien, un corte en la historia, y temen que el aprecio del pasado induzca en la nueva etapa actitudes de continuismo, que reputan perniciosas, aunque sólo tengan la forma de nostalgia. En este ámbito mental las ideas tradicionales causan perplejidad. No se ve cómo conciliar los valores de antes y los de ahora.
Tras relatar una serie de hechos acontecidos durante el CVII, y que afectaban a la imposibilidad de no poder denunciar el comunismo soviético por razones de presión política, Mons. Guerra Campos explicaba lo siguiente:
El influjo y las intervenciones para que la acción política sea conforme al orden moral y favorezca el ejercicio de la acción de la Iglesia (leyes y gobierno en favor de la familia, la sana educación, el sano ambiente público, la ayuda a la vida religiosa, etc.) podrán practicarse en forma más o menos acertadas, pero no están fuera del servicio a la misión propia de la Iglesia. En realidad la "politización" radical se da en la supuesta "no intervención", si se cae en la tentación de reducir la acción de la Iglesia a "facilitar" la convivencia pluralista (tarea central de la política) "debilitando para ello el ejercicio de su misión propia. Su misión la obliga a ser más que una oferta entre otras en el mercado; la obliga a proponer la llamada, la promesa y la exigencia de Dios. El peligro que acecha ahora es que cuando se habla de renunciar a la Iglesia-cristiandad para ser Iglesia-misión, sea la misión la que, paradójicamente, se oscurezca.
 ¿Y bien? ¿tenía o no tenía razón este pastor?

Continuará...

Luis Fernando Pérez

4 Comments:

At 1:38 PM, Anonymous Anonymous said...

A la vista de los hechos producidos desde 1978, Guerra Campos y Marcelo González tenían razón y Tarancón, Yanes y compañía se equivocaron.

¿Llegará el momento en que la jerarquía difunda con orgullo los escritos de esos dos obispos sobre los siniestros tiempos de la transición?

DIEGO LÓPEZ DE HARO

 
At 3:18 PM, Blogger Luis Fernando said...

No lo verán tus ojos. Tendremos que ser otros los que nos encarguemos de difundirlos.

 
At 3:45 PM, Blogger Kusiwakcha said...

Hay un error en la fecha de la muerte de Mons. José Guerra Campos, no murió en 1977 sino veinte años después, en 1997.

 
At 4:09 PM, Blogger Luis Fernando said...

Corregida la errata. Gracias.

 

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