Thursday, October 19, 2006

Sola Scriptura y libre examen: caos

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Sola Scriptura y libre examen: caos

Y creed que la paciencia del Señor es para nuestra salud, según que nuestro amado hermano Pablo os escribió conforme a la sabiduría que a él le fue concedida. Es lo mismo que hablando de esto enseña en todas sus epístolas, en las cuales hay algunos puntos de difícil inteligencia, que hombres indoctos e inconstantes pervierten, no menos que las demás Escrituras, para su propia perdición.2ª Pedro 3,15-16
Pero El, conociendo su pensamiento, les dijo: Todo reino dividido contra si mismo será devastado, y caerá casa sobre casa.Lucas 11,17
El lema “Sola Scriptura” es quizás, junto con el “Sola Fide”, una de las bases principales sobre la que pretende fundarse la Reforma protestante tanto en el siglo XVI, cuando nació, como a principios de este siglo XXI. La definición de dicho lema sería la siguiente: solamente la Palabra de Dios escrita es la autoridad final en materia de fe, doctrina y moral. Únase a eso la aceptación de la teoría del libre examen, por la cual, se cree que cualquier creyente puede y debe interpretar la Biblia por sí mismo, sin más ayuda que la del Espíritu Santo. De semejante combinación, según el ideal protestante, debería de nacer el fruto de la vuelta a los orígenes del cristianismo. La realidad, sin embargo, ha demostrado ser muy diferente. Veamos el porqué.
Tanto católicos como protestantes, también los ortodoxos, estamos de acuerdo en que la Biblia es Palabra de Dios y, por tanto, inerrante e infalible. Con la excepción de los liberales de ambos bandos, que ni tan siquiera deberíamos considerar como cristianos, tanto unos como otros creemos que Dios habla a su pueblo a través de su Palabra. Ahora bien, el católico sabe que la Palabra de Dios no puede ni debe estar sujeta a la interpretación privada que él pueda hacer, sino que es al Magisterio de la Iglesia a quien corresponde dar la correcta interpretación del texto bíblico. Los protestantes, en teoría, no tienen porqué sujetarse a ningún magisterio, aunque luego en la práctica no siempre ocurre así, ya que gran parte de ellos están influenciados por las tradiciones interpretativas de la denominación a la que pertenece su congregación. Pero, en principio, nada impide a un protestante mostrarse en desacuerdo con la interpretación de su comunidad eclesial y pasarse a otra denominación que coincida con su opinión o, si la ocasión lo requiere y tiene “talento”, fundar su propia comunidad eclesial evangélica. Ahora bien, si hemos de ser sinceros, honestos y consecuentes con la propia enseñanza de la Palabra de Dios, no nos queda más remedio que denunciar el daño espantoso que el protestantismo ha causado a la Biblia, en la que tanto dice basarse.
Cualquier observador imparcial puede llegar a una conclusión muy negativa sobre la infalibilidad e inerrancia de la Biblia cuando observa que muchos afirman que ese libro es sagrado e infalible a la vez que no son capaces de ponerse de acuerdo sobre bastantes de las enseñanzas que aparecen en dicho libro. Es decir, si de un texto infalible pueden sacarse interpretaciones dispares y todas son, siguiendo el principio del libre examen y el Sola Scriptura, igual de válidas en potencia, ¿dónde está la infalibilidad de ese texto?
El catolicismo tiene la respuesta. La Biblia es infalible pero existe también una interpretación igualmente infalible: la de la Iglesia, especialmente cuando se reune en concilio ecuménico o a través del ministerio petrino del Obispo de Roma, en quien el don de la infalibilidad es garantía y sello de dicha infalibilidad eclesial. No en vano, es la propia Palabra de Dios quien afirma que la Iglesia es la columna y baluarte de la verdad. Mala columna y baluarte sería si fuera falible. Si la Iglesia es falible, la Palabra de Dios también lo es porque esa Palabra es la que afirma que la Iglesia es lo que acabamos de escribir y que podemos leer en 1ª Tim 3,15. Unamos a eso el hecho de que la Palabra de Dios, concretamente el Nuevo Testamento, nace en el seno de la Iglesia y no al revés. El Espíritu Santo que inspira el texto bíblico es el mismo Espíritu que guía doctrinalmente a su Iglesia hacia la plenitud de la verdad. Y aunque es evidente que la Iglesia no puede contradecir abiertamente lo enseñado en la Palabra escrita de Dios, también es cierto que sólo corresponde a dicha Iglesia interpretar y guardar el depósito de toda la revelación divina, bien sea a través del magisterio infalible de interpretación del texto bíblico, bien sea a través del atento estudio y la meditación en la enseñanza de la Tradición cristiana que a lo largo de 20 siglos se ha constituido en uno de los frutos más preciosos de la guía de la Iglesia por parte del Espíritu Santo.
¿Qué es lo que, a cambio, nos ofrece el protestantismo? División, confusión, interpretaciones variadas por doquier, falta de autoridad doctrinal, etc, etc. Preguntamos, ¿de qué nos sirve un texto infalible si no hay quien interprete infaliblemente dicho texto? ¿de qué nos vale que la Biblia sea inerrante y sin error si luego somos incapaces de ponernos de acuerdo sobre la naturaleza de la salvación, del bautismo, de la relación entre gracia fe y obras, etc, etc? Si el mismo valor tiene lo que pueda opinar Lutero (un protestante) que Zwinglio (otro protestante) acerca de la presencia real de Cristo en la Eucaristía; si el mismo valor tiene lo que enseñan los calvinistas (protestantes) que lo que creen los arminianos (protestantes) sobre la predestinación y salvación de los santos; si el mismo valor tiene lo que crea un bautista (protestante) sobre el bautismo de niños que lo que practica un luterano (protestante); si, en definitiva, todas esas interpretaciones tienen el mismo valor porque se jactan en apoyarse únicamente en la única e infalible Biblia, ¿en qué lugar queda la credibilidad de esa Biblia? ¡¡Responded a esa pregunta, estimados protestantes!! ¿Para qué queréis una Biblia infalible que es la máxima autoridad en materia de fe y moral si luego destrozáis y denigráis la credibilidad y autoridad de la Biblia dándola interpretaciones que se contradicen unas con otras?
Bautismo, predestinación, perseverancia final de los santos, expiación por todos o sólo por los elegidos, Santa Cena o Eucaristía. Esas son algunas de las doctrinas importantes en las que los protestantes no se ponen de acuerdo. Dado que todos dicen basarse sólo en la Biblia y aceptar el libre examen, ¿porqué no se convoca un concilio ecuménico protestante para llegar a un acuerdo sobre todas y cada una de esas doctrinas?, ¿es que la verdadera Iglesia de Cristo puede estar al albur de interpretaciones opuestas sobre doctrinas fundamentales sin que haya nadie capaz de dar, como en el concilio de Jerusalén, una interpretación correcta?
Efectivamente, el motivo de toda esta disertación es mostrar lo absurdo de un sistema eclesial, como es el protestante, que a la vez que dice basarse sólo en el texto de la Biblia, en la práctica la niega con sus múltiples interpretaciones que, para más inri, llevan a una división eclesial que se da de tortas con la voluntad expresada por Cristo de que la Iglesia estuviera unida como Él está unido al Padre. Del árbol del libre examen y el Sola Scriptura nace la división múltiple de la Iglesia. Bien está que lo tengamos en cuenta a la hora de entender dónde estarán las principales dificultades en el ecumenismo con el protestantismo.
Luis Fernando Pérez Bustamante

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